Día Mundial (Sin) Tabaco ¿Por qué deberíamos repensarnos las estrategias?

Cada 31 de mayo, desde hace 35 años, se “celebra” a nivel internacional el Día Mundial sin Tabaco. La narrativa que por más de tres décadas ha predominado ha sido el discurso centrado en algunas estrategias de prevención, en la cesación absoluta y las malas prácticas de mercado. Ignorando de entrada que pensar en un mundo de tabaco cero es un imposible y esta aproximación resulta arriesgada y costosa en términos económicos, sociales y de derechos humanos tal como lo ha demostrado en paralelo la guerra mundial contra las drogas de hace más de 50 años con un balance bastante negativo.

Por estos días muchos gobiernos, organizaciones médicas y organizaciones de la sociedad civil anti tabaco difunden información sobre los daños del tabaco, los costos públicos del tabaco, las cifras de consumo de tabaco, las medidas y actividades de control de tabaco “para llamar la atención mundial hacia la epidemia de tabaquismo y sus efectos letales” tal como señala la Organización Mundial de la Salud. Lo que llama la atención es que, con un cambio acelerado en la investigación, la tecnología, los derechos y los estilos de vida tan diversos, el discurso no cambia.

Empecemos con la prevención y medidas de control de tabaco, año tras año la mayoría de gobiernos están muy “cómodos” y a veces hasta “perezosos” reiterando una y otra vez las mismas medidas. Al ser aplaudidos por la OMS, la OPS y las organizaciones anti tabaco por hacer lo mismo una y otra vez, parece que nadie se cuestiona la efectividad de las mismas campañas, de las mismas medidas sobre impuestos, de las mismas propuestas sobre etiquetado, de las únicas estrategias ofrecidas por la mayoría del sistema de salud de “lo deja o muera”.

Aquí ya se evidencia un problema en la aproximación y es que nadie parece cuestionar la efectividad de las mismas estrategias. Resulta sorprendente que no haya interés en por lo menos darle una revisión, y revisar con evidencia y datos realmente que ha funcionado y que no. A pesar del avance en lineamientos internacionales de evaluación, participación, consulta, seguimiento y análisis regulatorio de los impactos de las políticas públicas en diferentes temas desde ambiente, comercio, salud, tecnología, entre otros, nadie parece preocuparse por utilizar estas herramientas y metodologías para hacer un balance de las políticas anti tabaco.

Con lo anterior, no se debe desconocer la importancia de la prevención, dado que sin duda, comunicar los peligros que supone el consumo de tabaco hace parte de un abordaje integral frente al consumo de esta sustancia, pero es apenas la primera parte. Ahora, cualquier campaña o medida de prevención no es perse exitosa y es aquí dónde resultaría interesante pensar en que nueva información necesitan por ejemplo niños, niñas y adolescentes, personas con enfermedades de base, no fumadores, entre otras. Y con nueva información hacemos referencia a abandonar los discursos basados en el miedo, para concentrarnos en la ciencia, el autocuidado, la salud y la toma de decisiones informadas.

Por eso es momento de exigir una política pública con una prevención fortalecida, focalizada en grupos poblacionales, innovadora y basada en la evidencia. Lo anterior porque la falta de innovación social y pública para abordar el tabaco ha demostrado que a pesar de que los riesgos de su consumo son bien conocidos, algunos adultos toman igual la decisión de consumirlo o no logran dejar de hacerlo. A su vez, es necesario revisar los servicios de salud creados en torno a los centros de cesación tabáquica, que cada vez más resultan reducir su efectividad y se han escapado de un seguimiento por parte de las autoridades de sus estándares éticos, sus prácticas discriminatorias y en contravía de los derechos humanos de las personas que no quieren o no pueden dejar de consumir tabaco, su alto costo económico y sus conflictos de interés.

En 2021 desde la Corporación Acción Técnica Social hicimos un llamado al gobierno a “que explique por qué entre más dinero recibe de las tabacaleras gracias al aumento de los impuestos en las regulaciones recientes, menos dinero invierte en la prevención de enfermedades no transmisibles, de la misma manera solicitamos al gobierno que explique cuánto dinero se ha invertido en prevención del consumo de cigarrillos y vaporizadores, así mismo por qué dejaron de adelantar campañas masivas de alto impacto desde el año 2016 y por que no se realizó ninguna en el año 2020”.

En resumen, el discurso predominante hoy es la cifra de cuántos fumadores menos tiene un país. De entrada una cifra que no pretende ni evaluar los determinantes sociales de esta población, la frecuencia de consumo, las afectaciones sociales y económicas de este consumo en esta población, sus razones por las cuales consumen, a la final la carrera de los gobiernos es por tener una prevalencia menor sin analizar nada más, sin evaluar más resultados y metas.

Lo más problemático es que la única cifra que analizan los gobiernos, pierde la óptica de muchas otras razones por las que las personas que consumen cigarrillo por combustión terminan siendo menos. De entrada, todos aplaudiremos dicho resultado, pero por dar un ejemplo, en Colombia el Ministerio de Salud señaló el 19 de mayo de este año que “según la más reciente Encuesta de Calidad de Vida del DANE, entre 2016 y 2021, el porcentaje de fumadores o prevalencia bajó del 8.3% al 5.6%, es decir, que hay un millón menos de fumadores”, olvidando que de acuerdo con el DANE la prevalencia mes de consumo de tabaco en 2019 fue del 9,8%. Adicionalmente ignora que la encuesta del DANE y el Ministerio de Justicia indica que estos dispositivos pueden estar siendo utilizados como “una alternativa” de sustitución para reducir los riesgos y daños de fumar cigarrillo, “un 5% de las personas declararon haber usado alguna vez en su vida algún dispositivo de cigarrillo electrónico o vaporizador con nicotina, preferentemente hombres (7,1%), de 18 a 24 años (11,9%) y estratos 4 a 6 (9,2%). Sin embargo, la prevalencia del último mes es inferior al 1% a nivel poblacional” solo en 2019.

Lo que analizamos en el 2020 sobre esta Encuesta Nacional comparando cigarrillo tradicional con cigarrillo electrónico y vapeador es que “el 5% de las personas encuestadas declara haber usado cigarrillos electrónicos o vapeadores con nicotina alguna vez en la vida; y, el 0,7% ha usado esta sustancia al menos una vez en el último mes del periodo de referencia de la encuesta, es decir que mientras 2.500.000 personas ya lo han probado al menos alguna vez en la vida, 350.000 lo están consumiendo de manera regular. Por otro lado, el 33,3% fumaron tabaco alguna vez en su vida y la tasa global de consumo actual o del último mes es del 12.1%, por tanto, poco más de 6 millones de personas siguen consumiendo cigarrillo de manera regular en Colombia, de ellos cerca de 34.000 personas fallecen cada año debido a las complicaciones derivadas del consumo de cigarrillo”. En este sentido, mientras disminuye el consumo de cigarrillos tradicionales, aparecen los nuevos dispositivos de administración de nicotina sin combustión.

¡NOS URGEN CAMBIOS SUSTANCIALES EN TÉRMINOS DE POLÍTICAS PÚBLICAS DE PREVENCIÓN Y DE REDUCCIÓN DE RIESGOS Y DAÑOS PARA NICOTINA!

En medio de esa narrativa predominante de cesación absoluta y tolerancia cero al tabaco, ¿Por qué empezar a hablar de reducción de riesgos y daños? La respuesta es sencilla, las personas fumadoras y usuarias de nicotina, que no pueden o no quieren dejar de fumar, merecen alternativas que reduzcan los riesgos y daños de esta sustancia, además de medidas que se adapten a sus necesidades y les pongan en el centro de las decisiones, para garantizar éxitos más allá de la exclusiva prevalencia cero.

Desde 2019 advertimos que

Es por eso que proponemos a los gobiernos, a los reguladores, a las organizaciones de salud, a las organizaciones científicas y a las organizaciones antitabaco que avancemos en una discusión que considere la actualización, la innovación y la evaluación de las medidas para abordar el consumo de tabaco y nicotina que:

  1. Prevención focalizada e innovadora, por grupo poblacional y con estrategias articuladas más allá de las mismas campañas repetitivas.
  2. Cese de discursos basados en el miedo y la estigmatización hacía adultos que deciden o no pueden dejar de consumir tabaco y/o nicotina.
  3. Promoción del autocuidado y decisiones informadas, respetando los derechos tanto de niñas, niños y adolescentes, como el derecho al libre desarrollo de la personalidad de personas adultas.
  4. Salud integral para quienes no pueden o no quieren dejar de consumir, considerando las estrategias de reducción de riesgos y daños así como los dispositivos de riesgo reducido para la administración de nicotina.
  5. Enfoques diferenciales y estrategias para no fumadores y para fumadores. Requieren de abordajes distintos y no la misma estrategia para ambos grupos.
  6. Cese de la instrumentalización de niños, niñas y adolescentes; más innovación para la protección de esta población.
  7. Regulación de la reducción de riesgos y daños y las alternativas de administración de nicotina.
  8. Más datos, metas e indicadores con metodologías que atiendan los contextos actuales, las tendencias de consumo, los nuevos productos y las nuevas necesidades de la población.