¿Regular por regular? Tenemos que replantearnos nuestra relación con la nicotina

El Congreso debe discutir pronto cómo regular algunas formas de administración de nicotina.

 

María Alejandra Medina

Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales

Magister en Responsabilidad Social y Sostenibilidad

Plataforma Nicotina: Reducción de Riesgos y Daños

En medio de un ambiente de discusión pública en el que como país se posiciona la necesidad de cambiar el paradigma sobre las drogas y con ello la forma en la que las regulamos. Mediante el activismo, el debate público, la investigación, procesos de justicia transicional y de memoria histórica, hoy en la opinión pública reconocemos con más información los devastadores resultados de la guerra contra las drogas y con ello la prueba de que las políticas prohibicionistas generan más riesgos y más daños que las mismas sustancias.

En este contexto, las iniciativas legislativas sobre regulación de uso adulto de la cannabis, la hoja de coca, la reducción de daños, entre otros han recogido las recomendaciones y propuestas de la ciudadanía, la movilización social, la evidencia científica, los avances en Derechos Humanos y las experiencias internacionales de modelos de regulación de sustancias ilegales para innovar en política de drogas.

Falta de innovación regulatoria

Sin embargo, parece paradójico que en medio de la oportunidad de estar a la vanguardia en Latinoamérica en política de drogas, salud pública, derechos humanos, participación, articulación institucionales y abordaje integral; podemos retroceder en la regulación de las sustancias legales, en este caso de la nicotina.  El Congreso debe discutir pronto cómo regular el uso de la nicotina, y hasta el momento se han presentado tres proyectos de ley que tienen en común la falta de innovación regulatoria -considerando poco un procesos de análisis de impacto regulatorio- y la complejidad de repensar medidas o el desconocimiento nuevas formas de abordar el tema más allá de las que exige el tratado internacional sobre tabaco que adoptamos en Colombia desde el 2009.

En resumen, los tres proyectos de ley vigentes buscan incluir los cigarrillos electrónicos, vapeadores, productos de tabaco calentado y otros en la legislación de tabaco. De entrada, y sin profundizar mucho en el tema suena razonable, pero ¿Qué sé está quedando por fuera? ¿Qué impactos negativos puede llegar a tener?¿Es la única forma de hacerlo?. Respecto a las medidas de prevención y protección para menores de edad, en términos generales estamos de acuerdo. Consideramos que debe considerarse una evaluación del impacto de las campañas de prevención en entornos educativos, mediante medios de comunicación, mensajes y estrategia que realmente logren población jóven informada. Estamos de acuerdo, avancemos en el debate.

Si la intención es hacer lo mismo que se ha hecho en los últimos trece años con tabaco, sin ninguna propuesta nueva, de entrada estamos asumiendo que un mundo “cero” de nicotina, cigarrillos electrónicos o vapeadores no es posible. También de entrada enfrentamos la frustración de que el problema del tabaquismo y las muertes asociadas persistan porque no estamos haciendo nada diferente. Ya conocemos que medidas como los impuestos, las campañas de prevención, el conocimiento público de los riesgos, los programas de cesación, la prohibición de la publicidad han tenido resultados positivos aplaudidos por la OMS.  en población no consumidora, en niños, niñas y adolescentes y en ese pequeño porcentaje de fumadores que logran dejarlo.

Pero y para ¿quienes no han logrado abandonar el consumo? o deciden igual consumir.

El fenómeno persiste, y en ocasiones estas medidas han resultado en otros daños causados por la respuesta política, como los impuestos regresivos, las campañas de estigmatización y la no consulta al consumidor de tabaco.  De acuerdo con Clive Bates “si causa tanto daño, seguramente es sólo cuestión de informar a la gente. Esta parecía la respuesta obvia para los pioneros antitabaco de los años 60 en adelante. Los médicos educarían a la gente sobre los riesgos, y las personas que fuman se replantearían sus intereses y dejarían de fumar o no empezarían nunca. Algunos analistas sugieren que ésta podría ser la única estrategia antitabaco que ha funcionado, pero ha sido dolorosamente lenta”. Además, quienes ya consumen cigarrillos electrónicos pueden continuar haciéndolo y estos proyectos de ley  serán insuficientes al carecer de  mecanismos para atenderles porque al igual que el tabaco solo están pensados en los escenarios de no consumo o abandono total

Bates invita a asumir que, y así moralmente al momento de regular queramos negarlo, para algunas personas, el consumo de nicotina puede ser racional o atractivo por su control del estado de ánimo, sus ventajas cognitivas y sus sensaciones placenteras. Es aquí dónde existe la oportunidad de innovar y pensar en una innovación más efectiva. Si reconocemos esto, y adicionalmente la evidencia ha demostrado que “si la demanda subyacente es la experiencia de consumir nicotina y el daño es causado por el consumo de nicotina al fumar e inhalar productos de combustión, entonces hay un camino obvio hacia adelante”:  hacer todo lo posible para reorientar el mercado de la nicotina de los productos más dañinos para fumar a los productos sin humo, mucho menos riesgosos; esto ofrece una forma relativamente sencilla de que los fumadores actuales se pasen a productos que eliminan casi todos los riesgos adicionales de seguir fumando. Tenemos que replantearnos nuestra relación con la nicotina.

Si la demanda subyacente es la experiencia de consumir nicotina y el daño es causado por el consumo de nicotina al fumar e inhalar productos de combustión, entonces hay un camino obvio hacia adelante. Nuestro principal consejo estratégico es hacer todo lo posible para reorientar el mercado de la nicotina de los peligrosos productos para fumar a los productos sin humo, mucho más seguros, de los que se calcula que ya hay más de 100 millones de usuarios. Hay dos razones para adoptar esta estrategia. En primer lugar, ofrece una forma relativamente sencilla de que los fumadores actuales se pasen a productos que eliminan casi todos los riesgos adicionales de seguir fumando. Cuando alguien que fuma se cambia, no tiene que renunciar a la nicotina, a una experiencia sensorial ni a gran parte del ritual de comportamiento. En segundo lugar, estos productos ofrecen alternativas de bajo riesgo a las personas que deseen consumir nicotina en el futuro. Esta segunda función es esencial porque no creemos que sea posible dejar de consumir nicotina en el futuro más de lo que podríamos dejar de consumir cafeína, alcohol o cannabis. En la medida en que hemos conseguido reducir la demanda de nicotina, ha sido sobre todo gracias a los mensajes y a las medidas para hacer frente a los daños causados por el tabaquismo. Pero es precisamente ese daño el que estamos tratando de eliminar. Tenemos que replantearnos nuestra relación con la nicotina.

Nos preocupa!!

Que se mantenga una regulación prioritariamente sobre los productos (dispositivos electrónicos) y no sobre las personas. Además, regular sin siquiera considerar los derechos de las personas que ya consumen nicotina mediante diferentes dispositivos y que no pueden o no quieren dejar de hacerlo es una decisión política que excluye a la población directamente impactada por esta regulación. De entrada, el logro de resultados positivos de las medidas ya tienen el reto de estar alejadas por completo con el agravante de ni siquiera consultar a la población fumadora o que vapea. Reguladores, denle la oportunidad a la ciudadanía de tener un modelo de garantía de la salud que complemente la prevención con la reducción de riesgos y daños, para que cada adulto que consume nicotina -sea cual sea el medio de administración-  pueda encontrar la mejor forma de gestionar el uso y no estar condenado a la frustración de alternativas o medidas que no atienden sus necesidades, o no logran resultados.

Es la oportunidad para que Colombia considerando que los cigarrillos electrónicos, y otros sistemas de entrega de nicotina, ofrecen, pues, un vasto potencial de beneficios para la salud, pero para maximizar esos beneficios, mientras se minimizan los daños y riesgos para la sociedad, se requiere de una regulación apropiada, un monitoreo cuidadoso y un buen manejo del riesgo. Sin embargo, la oportunidad de usar este potencial en una política de salud pública, complementando políticas integrales de control del tabaco existentes, no se debe desaprovechar. Los legisladores deberían ser conscientes y cuidadosos de evitar las dañinas consecuencias de la regulación excesiva de estos productos en el marco de la Ley Antitabaco. Si las medidas hacen que las alternativas no combustibles a fumar sean menos accesibles, menos aceptables, más costosas, menos amigables con el consumidor o farmacológicamente menos efectivas, o inhiben la innovación y el desarrollo de productos nuevos y mejorados, entonces tales políticas podrían causar daños al perpetuar el consumo del cigarrillo, pero además, en generar un mercado alterno, paralelo e ilegal con todas las consecuencias nocivas para la salud, la seguridad y la evasión fiscal que ya conocemos en contextos de extrema prohibición.

Al igualar la regulación de productos que distan en su perfil de riesgo, perderemos de vista un seguimiento y vigilancia a la calidad y distribución de los productos dado que, a diferencia del oligopolio del tabaco, hay miles de productos y productores diferentes. Por ejemplo, la logística y capacidad técnica para hacer cumplir medidas como las del uso de imágenes definidas por el Ministerio de Salud resultará mucho más complejo. Por otro lado, tampoco se incluye ningún artículo que mida el éxito de la política o permita hacer modificaciones futuras, pues solo habla de abandono del consumo. Sumado al hecho de que no se ha considerado cómo esta regulación puede tener como consecuencia perder de vista datos, prevalencias, y correlación con cierto tipo de enfermedades de quienes usan cigarrillo de combustión, quienes usan dispositivos electrónicos para administrar nicotina, quienes tienen un uso dual y en consecuencia cuáles son las consecuencias a largo plazo de estos últimos.

Otra de las “metidas de pata” de estos proyectos

Es la promoción de campañas de educación mediante medios de comunicación tradicionales en medio de una explosión de formatos y canales de información. Insistimos, es poco innovador adoptar tal cual se pensó la regulación del tabaco en el mundo hace cerca de dos décadas y quedando así desactualizada o con bajo impacto.  La intención antitabaco y antivapeo demuestra ser cuasi prohibicionista cuando por ejemplo en medidas como lo señalamos en julio de 2021, en nuestro artículo “Entre la regulación de nicotina que salva vidas o la antigua prohibición que condena a la muerte” la reducción de riesgos y daños – sea a través de productos de administración de nicotina sin combustión, orales, entre otras innovaciones que llegarán- representan una oportunidad de salud pública para mejorar la vida de las personas que usan productos combustibles y no pueden o no quieren dejar de consumir nicotina.

La desinformación, la regulación excesiva, las consecuencias no deseadas de las políticas mal pensadas en la vida real resultan en vidas de miles de personas. En este sentido, la regulación no debe obstaculizar el acceso a productos de riesgo reducido al igualarlos a los cigarrillos tradicionales. Sus riesgos son sustancialmente diferenciados, por lo que igualarlos traerá consecuencias no esperadas o contraproducentes en términos de derecho a la salud, indicadores de salud, derechos humanos, innovación, investigación, información, entre otros. A su vez, resultará contradictorio avanzar en derechos, ciencia, investigación en otras sustancias, mientras retrocedemos y nos quedamos rezagados en la regulación de la nicotina.