Posconflicto, paz, narcoturismo y consumo de drogas. ¿Cuál es la respuesta del gobierno?

Por: Julián Quintero
Director Ejecutivo ATS

El turismo como una de las principales esperanzas económicas del posconflicto, se ve amenazado por la incapacidad del gobierno para asumir el consumo de drogas como uno de sus atractivos. Mientras los narcoturistas, dealers y bandas de delincuencia común arman un gran negocio, el gobierno evita reconocer que esto sucede y expone a mayores riesgos a los turistas. El pragmatismo y la reducción de riesgos y daños puede aportar en el control de este fenómeno.

Desde mediados de la década de los noventa se tiene el registro de narcoturismo en Colombia, según testimonios de viejos consumidores de la capital colombiana; por esa época hubo una avalancha de gringos y españoles que descubrieron que con el dinero que gastaban consumiendo heroína en un mes en sus países, les alcanzaba para venir a Colombia por tres meses, rentar apartamento, consumir más y de mejor calidad y les quedaba para comer y estar de fiesta. La mayoría de estos narcotursitas se regresaban a sus países, pero muchos de ellos quedaron atrapados en “El Cartucho”, la calle 19 y “El Bronx” de Bogotá o lugares similares de otras ciudades, especialmente costeras.

En la primera década de este siglo, los reportes fueron aumentando, empezaron a aparecer con mayor presencia los grupos de reservistas judíos que después de cumplir con su servicio militar obligatorio, venían a gastar su año sabático entre alcohol, playa, cocaína y mujeres, desde entonces no han parado de hacerlo y crearon una cerrada y sofisticada red de hostales, prostitución y “narcotures” que gravita en su entorno, deja muy buenos dividendos económicos y les permite mantener con muy bajo perfil cualquier delito, muerte o situación problemática que circunda alrededor del consumo de cocaína.

En los últimos años el asunto ya no pudo ser tapado con las manos, escoltas de Barack Obama y militares de inteligencia norteamericana se han visto envueltos en escándalos de drogas, prostitutas y escopolamina. Artistas famosos han estado involucrados en consumo de drogas, “narcotures” que terminan con una línea de cocaína en la tumba Pablo Escobar o en un cambuche para producción de pasta base de coca en la Sierra Nevada de Santa Marta. Hace tan solo un par de años vimos como un ciudadano extranjero tuvo que ser rescatado con grúas de los bomberos, de una de las terrazas de la casas del Bronx, pues lo tenían secuestrado por no haber pagado sus deudas de prostitución, bazuco, juego y alcohol.

Mientras todo esto pasa, alcaldes como el de Medellín creen que tumbando edificios podrán contrarrestar este fetiche turístico y apetito estimulante; peor aún, el Ministerio de Comercio Exterior, Industria y Turismo, cree que poniendo cartelitos en letra diminuta en la parte trasera de las puerta de los hoteles, puede hacer frente a la inquietante curiosidad de un turista de “estar en Colombia y no echarse un par de líneas de cocaína”.

La diferencia entre narcoturismo y consumo recreativo del turista.      

Para empezar a entender el problema que se nos instaló hace años y se avecina su agudización, hay que diferenciar entre el “narcoturismo” y el consumo recreativo del turista, el primero es un tipo de consumo problemático y dependiente, es un consumo que muchas veces está adherido a otro tipo de delitos como la prostitución infantil y que tiene como objetivo de su viaje el consumo de drogas; muchas de estas personas simplemente llegan a Colombia, se encierran en casas campestres, hoteles o apartamentos y se dedican a consumir drogas entre otras prácticas. Estas personas aunque son una minoría, representan un alto impacto para la sociedad, la seguridad y la economía de las ciudades.

Por otro lado, podemos definir el consumo recreativo del turista como ese consumo ocasional o experimental de cocaína no problemático, ese consumo que desea tener una persona que esta en Colombia por motivos de turismo o trabajo. Estas personas, al contrario de los narcotursitas, no son personas experimentadas en conocer las redes sofisticadas de compra y consumo, la calidad de las drogas o el valor de estas, por esta razón están doblemente expuestas a tener daños directos e indirectos por la tentación de consumo, pues se exponen a todo tipo de riesgos al consumir o buscar la cocaína.

Con lo que no se debe confundir a los narcoturistas o los turistas consumidores recreativos, es a los psiconautas que son personas dedicadas a los estudios de las plantas y las sustancias, ellos si llegaron a Colombia hace varias décadas a nuestro país, Borroughs, Shultes, Jonathan Ott entre otros; y a los psiconautas no hay que confundirlos con neohippis pachamámicos que sin respeto o consideración se meten a la selva a tomar yage creyendo que es una droga más. De este tema hablaremos luego.

Uno de las principales esperanzas económicas del posconflicto en Colombia es el turismo, y así como nuestra infraestructura (puentes, barcos, carreteras, hoteles) no está preparada, tampoco lo está el abordaje del consumo de drogas de una manera realista. Según el Ministerio de Comercio Exterior, Industria y Turismo, Colombia espera para el año 2017 cerca de seis millones de visitantes extranjeros, gracias a la percepción de paz y seguridad que entrega el país después del acuerdo de paz con las FARC. Negarse bajo el paradigma prohibicionista, la presencia y el crecimiento del consumo de drogas en el contexto del turismo, es armar un bomba de tiempo que puede estallar muy mal en las esperanzas económicas del posconflicto.

¿Cuál es el problema que se nos viene?

Confiados en la leyenda de que la cocaína de Colombia es la de mejor calidad (algo que es falso), los turistas consumidores recreativos por oportunidad, no solo pondrán en riesgo su salud al consumir cocaína, sino además se verán afectados por las consecuencias negativas de sus adulterantes, como levamisol o anestésicos locales, y suplantadores, como cal, paracetamol, cafeína, analgésicos, o lactosas.

Además de esto, en su afán por conseguir drogas pondrán en riesgos su seguridad al visitar lugares peligrosos de las ciudades, quedarán a merced de las bandas de extorsionistas y secuestradores, que mezclan la cocaína con escopolamina. El riesgo del aumento de muertes por sobredosis es inminente y entre los riesgos que se pueden anticipar son muertes por sobredosis al mezclar cocaína con viagra. Otro gran riesgo que se anticipa son las consecuencias derivadas de la mezcla de cocaína con alcohol, que debido al alto grado de excitación que conocen los turistas, pueden terminar involucrados en riñas, lesiones personales, accidentes de la movilidad etc.

Estos son solo algunos de los riesgos y daños que se pueden ver en el corto y mediano plazo y que no se resuelven con requisas de policías (fácilmente corruptibles en dólares), avisos detrás de las puertas de los hoteles o cortas retenciones de la fuerza pública. Es hora de que gobierno nacional incorpore medidas eficaces de reducción de riesgos y daños en el consumo de drogas, porque, quiéranlo o no, uno de los mayores atractivos para el turismo en los próximos años, será visitar la hermosa, tropical, paradisiaca y salvaje tierra de Pablo Escobar y la guerrilla de las FARC-EP, donde ahora no existen ninguno de los dos, pero queda su producto más publicitado, uno de los productos que los hizo famosos la cocaína.